Nicolás Guillén Landrián

TRES CARTAS DE NICOLÁS GUILLÉN LANDRIÁN

por Manuel Zayas

En los círculos de personas que lo conocían en Cuba y que habían perdido todo enlace con él, a Nicolás Guillén Landrián ya lo imaginaban muerto. En febrero de 2003 —gracias a Alejandro Ríos y a Lara Petusky Coger— conocí que el cineasta vivía en Miami y entré en contacto con él. Los encuentros fueron sólo a través del correo electrónico y duraron unos escasos tres meses.

Nicolasito todavía no sabía del cáncer que acabaría con su vida, ni yo me imaginaba haciéndole un documental post mortem. Pero como sucedió con sus filmes, estrenados la mayoría casi treinta años después de terminados, en su vida todo pareció quedar postergado. Más que quererlo el destino, esa fue la determinación de los ilustres funcionarios de la cultura.

En 2002 y 2003, la Muestra de Jóvenes Realizadores que auspicia el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), estrenó la mayor parte de sus títulos dentro de la sección "Premios a la sombra".

En el dossier de presentación, se aclara: "A la sombra (frase idiomática): bajo el amparo de// en la cárcel// oculto tras// en la penumbra// sin suerte, sin fortuna// permanecer oculto a pesar de// puesto a un lado// reservado".

El descubrimiento sorprendió a no pocos entendidos. Desde entonces el nombre de Nicolás Guillén Landrián comenzó a resonar. Imagino que algún día figure en los catálogos del cine cubano.

Estas son las únicas tres cartas que se salvaron de aquel encuentro. Lamento ser tan poco minucioso en no archivar toda la correspondencia, en no haber conservado las fechas:

I


Estimado Manuel: Los documentales o mejor dicho los títulos de los documentales de los que envías una lista resulta incompleto. No sé si has querido sintetizar. Los títulos son:

Homenaje a Picasso, El Morro, Un festival deportivo, En un barrio viejo, Ociel del Toa, Retornar a Baracoa, Plenaria campesina, Rita Montaner, Los del Baile, Coffea Arábiga, Desde La Habana -1970- Recordar, Taller de Línea y 18, Un Reportaje en el Puerto Pesquero y Nosotros en el Cuyaguateje que fue el último que yo hice. Además yo dudo que existan copias de Desde La Habana -1970- Recordar y de Rita Montaner, porque tengo entendido que no se copiaron, se quedaron en edición de imagen y sonido, re-recording, y El Son, del cual no pude ver ni los rushes.

Ojalá que logres un filme objetivo y ejemplar debido al tema.

Saludos,
Nicolás Guillén Landrián


II


Olvidé Patio Arenero y Congos Reales debido a la premura con que me dirigí a ti hace unas horas. No tengo conflictos estéticos con ninguno de mis filmes. Todos los conflictos estéticos son resultado de los conflictos conceptuales. Yo quería ser un intérprete de mi realidad. Siempre estuve en el vórtice de la enajenación. El resultado cabal es cada filme terminado.

No pensaba en hacer cine antes de que existiera el ICAIC porque no tenía manera de lograr un resultado. Pero sí había hecho un corto sobre Zanja en La Habana en el cual fui acompañado por Françoise Sagan. No se editó. Una de las patrocinadoras de este filme fue mi madre, Adelina Landrián, que dio dinero y compró la máquina de editar —que no se usó; otra, la Juventud Católica de La Habana.

Me acerqué al ICAIC debido a que no tenía ninguna opción laboral en la década del 60. Busqué trabajo allí y me lo dieron. Comencé como asistente de producción y en unos años fui nominado director de cortometrajes.

Mi formación —apoyada en la obra de otros realizadores de la Escuela Documental: Alberto Roldán, Fernando Villaverde— me hizo optar por temas inmediatos y plausibles. Por esto todos mis documentales resultaron luego postergados.

Fui humillado y proscrito durante toda mi permanencia en el ICAIC y censuraron mi cine —decían— debido a mi comportamiento social.

Joris Ivens y Theodor Christensen fueron el encuentro de un lenguaje adecuado y superior que de ambos maestros era inherente. Aprendí mucho con ambos: sobre todo, a ser cariñoso con la gente, a actuar con cariño.

No tengo copia de Los del baile, de Nosotros en el Cuyaguateje, de Plenaria Campesina, de Un festival deportivo ni de Congos reales.

Saludos,
Nicolás Guillén Landrián


III


¿Te imaginas tú lo que fue para mí verme de pronto en los calabozos de Villa Marista1? Viendo, según ellos, cuáles eran mis conflictos ideológicos, luego de haber obtenido la Espiga de Oro2 con Ociel del Toa.

Y no quedó allí. Me mandaron para una granja dos años; granja que era para personal dirigente que mantenía una conducta impropia. Ahí comenzó la esquizofrenia de nuevo, pero más aguda, que me llevó a ser tratado siquiátricamente por los médicos que había en la prisión. Ellos aconsejaron que fuese enviado a un centro donde pudiese ser atendido adecuadamente. A continuación, me montaron en un avión, descalzo, con el overol de la granja y por encima de los hombros un saco de listas que yo amaba mucho.

Me llevaron de Gerona a La Habana, donde fui internado en el Hospital Siquiátrico Militar que tenían ahí en Ciudad Libertad. De este lugar, luego de ser atendido por un siquiatra argentino, fui enviado bajo prisión domiciliaria a casa de mis padres, para que terminara de cumplir el tiempo que me restaba de la sanción, a la que fui sometido sin previo juicio alguno, sino por deliberación de un tribunal militar.

Luego me regresaron al ICAIC y el ICAIC me encargó un filme didáctico sobre la cosecha del café, teniendo en cuenta la jornada cafetalera que se iniciaba en Cuba en esos años en que yo había salido de prisión por conducta impropia de un personal dirigente. Y presto me dediqué a hacer un ameno documental —divulgativo más que didáctico, aunque es didáctico también— de todo lo que había tenido que ver con el café y el contexto en que me habían situado para hacer Coffea Arábiga.

Después de Coffea Arábiga, la folie3 . No había manera de que pudiese hilvanar con sentido lógico, en imágenes cinematográficas para mí, la premura de los sesenta.

La paradoja es que no había un verdadero enfrentamiento político por mi parte, sino una anuencia muda y cómplice con todo aquel descalabro. Ya le dije, amigo, la folie.

Mi último re-recording fue el de un documental que titulé Nosotros en el Cuyaguateje.
He vivido en el ostracismo sesenta y cuatro años: desde que tengo uso de razón. Por el nombre y el apellido.

Imagínate tú que a los festivales internacionales que fueron mis filmes no asistí nunca porque no había conciencia en la dirección del ICAIC de que yo pudiese representar al cine cubano, ya que alguien se había atrevido a calificar —parece ser— mi cine como el cine de un afrancesado. Esto sucedió con En un barrio viejo y todos los responsables temerosos asintieron. En un barrio viejo tiene una mención en Cracovia, Polonia, una mención del jurado, y el premio a la ópera prima en Tours, Francia. Así malcomencé y malterminé en la Industria de Cine Cubano. Por haber sido sometido a esto, pienso del ostracismo lo peor.

Saludos de Nicolás Guillén Landrián.



Amparado en el gozo que en mí provocaron sus filmes, comencé a perfilar un mapa de la trayectoria fílmica con el propio Guillén Landrián, el gran ausente de las publicaciones y catálogos especializados en cine y, también, el gran desconocido de algunos estudiosos foráneos: Michael Chanan en The Cuban Image4 no menciona siquiera el nombre del más maldito de los cineastas cubanos, algo que tampoco hace décadas después cuando reedita aquel volumen bajo el título de Cuban Cinema5. Lo singular es que, habiendo constancia en la Cinemateca de Cuba de los 18 documentales de su autoría, los estudiosos de cine, se cuidaran de citar aquel nombre.

Antes del deshielo, el único osado en valorar su aporte cinematográfico fue José Antonio Évora, que lo hizo, para mayor pecado, dentro de un artículo que tituló “Santiago Álvarez et le documentaire”, contenido en el libro Le cinéma cubain: “Si se me preguntara cuál es para mí el mejor documental salido de los laboratorios del ICAIC durante estos treinta años, escogería seguramente Coffea Arábiga de Nicolás Guillén Landrián. He aquí una obra hecha por encargo –sobre el cultivo del café- en la que el realizador ha subordinado el tema a su deseo de hacer una radiografía del espíritu nacional enardecido por la agitación revolucionaria, lo que viene a ser un retrato exacto del país”6.

1 Sede de la Seguridad del Estado cubana.
2 Máximo premio de el Festival Internacional de Valladolid, SEMINCI. En 1966, Guillén Landrián recibió el premio ex-aequo con Ingmar Bergman.
3 En francés en el original. Trad.: locura.
4 Chanan, Michael: The Cuban Image, Indiana University Press, Bloomington, Indiana, 1985.
5 Chanan, Michael: Cuban Cinema, University of Minnesota Press, Minneapolis, 2004.
6 Évora, José Antonio: «Santiago Álvarez et le documentaire». En: Paranagua, Paulo Antonio (Compilador): Le cinéma cubain, Editions du Centre Pompidou, París, 1990, p.130. [Texto original en francés. Traducción de Liliane Hasson].